Es una pérdida, transitoria, del nivel de conciencia y del tono muscular por falta de perfusión cerebral. Las causas pueden ser cardiovasculares, neurológica, psiquiátrica, vestibular, metabólica… Dentro de las causas cardiovasculares puede ser expresión de un problema grave no detectado previamente, aunque lo más frecuente es una alteración puntual refleja en el control que tiene que hacer el sistema nervioso autónomo sobre las condiciones cardiovasculares, con una respuesta inadecuada para la situación y que se conoce como síncope reflejo. Si la falta de perfusión cerebral es prolongada puede haber también convulsiones.
Es un motivo muy frecuente de consulta y debe ser diferenciado de lesiones cerebrales, de crisis, del alteraciones de la anatomía de las arterias, de alteraciones metabólicas y de problemas cardíacos por problemas de su estructura o del ritmo que reduzcan la sangre bombeada. Las formas más frecuentes de síncope son las conocidas como síncope reflejo o neurocardiogénico –del cual hay también varios tipos- y la hipotensión ortostática (caída de la tensión al estar de pie.
Debe entenderse la complejidad de mecanismos neurológicos no conscentes, endocrinos y cardiológicos que se encargan de asegurar una suficiente provisión de sangre en cualquier situación, en concreto las que se deben poner en funcionamiento con los continuos cambios de posición como ocurre al pasar de estar tumbado o sentado a la posición de pie en la que la natural fuerza de gravedad tiende a llevarse la sangre a los miembros inferiores.
Para estos casos es imprescindible recabar todos los datos que rodean al acontecimiento, con mucha precisión y una cuidadosa exploración física. En función de esta primera aproximación se deciden que más exploraciones hacen falta para su manejo.
